Puente aéreo
Domingo, 22:15. Aeropuerto
de El Prat. Puente aéreo. Se
ha cancelado el vuelo, nos
anuncia la señora de Iberia
a la docena de presuntos pasajeros
que esperamos el último puente aéreo
de las 22:45. Y se ha suspendido porque
(redoble) el piloto está enfermo. Ostras Pedrín,
pensé (a veces pienso viejuno, como
los de la serie Cuéntame). Pues que pongan
a otro, propuso uno del grupo, que parecía
espabilado, sobreponiéndose como pudo a
la preocupación por la salud del piloto. Sí,
claro, replica la señora, a ver de dónde saco
yo un piloto a estas horas. Entonces terció
otro, demostrando también ser un tipo
astuto: pues aquí en el aeropuerto habrá,
¿no? Ahí estuvo bien. Una chica pregunta:
¿y yo qué hago ahora? Respuesta: pues volverse
por donde ha venido.
Y eso hicimos todos porque, al parecer,
tal y como rezaba la letra pequeña de las
condiciones del billete, en esos casos al pasajero
le dan por el bullate, según nos comentó
la señora, en un tono paterno-condescendiente
muy guapo, del rollo “hay
que leer la letra pequeña, nenes, que os
caéis de un guindo”.
A todo esto, yo no decía nada: anotaba
mentalmente los hechos para escribir después
esta ácida columna. Así soy, amigos,
no es cobardía ni pusilanimidad, sino sacrificio
por el bien de la comunidad. No me
lo agradezcan, es mi destino.
Volar es el medio de transporte más seguro.
Si lo consigues. Sentirte como un delincuente
en los controles, siempre bajo
la espada de Damocles de la exploración
rectal, sufrir retrasos y overbooking (vender
más plazas de las que tiene el avión.
A lo mejor resulta que tienes billete y no
vuelas) son sólo tres detalles que confirman
que quizá sí que hay que leer detenidamente
la letra pequeña de los billetes de
avión. A lo mejor pone: que te den.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
no seas muy cruel conmigo, jajaja