Corrigeme si me equivoco por Berto Romero 08/12/08

Ceporro

Las madres de todo el mundo están
preparándose para ejecutar
el ancestral rito. ¿No las oyes?
Murmurando, conspirando,
trajinando cacerolas. Se acercan
las fiestas de Navidad, pero que no te
engañen. La Navidad cristiana no es más
que la celebración con que dicha religión
llevó a su terreno esa misteriosa y hoy casi
olvidada fiesta pagana llamada el encebamiento.
Se celebraba cada año coincidiendo
con el solsticio de invierno y siempre en
honor a Ceporro, el dios primigenio al que
adoraban las madres en la antigüedad.
Una especie de idealización de la salud del
hijo, representado en algunas pinturas rupestres
como un bebé obeso mórbido de
666 kilos de peso (el número del verraco).
Ellas saben que no te alimentas adecuadamente.
Y, en su mente, “adecuadamente”
quiere decir que tus arterias aún pueden
bombear sangre. Una vez al año, aplican
su correctivo. Van a ir a saco, una Navidad
más, enloquecidamente y sin control,
en este complot pantagruélico de proporciones
planetarias en el que, lo sabes, también
tienen las manos manchadas de colesterol
la industria turronera y polvoronera.
Sí, estoy al corriente, estamos inmersos
en una crisis económica a escala internacional.
Pero no cantes victoria, esto no te
salvará tampoco esta vez. Pues no se trata
de calidad, sino de cantidad. Si no hay
presupuesto para langostinos, engullirás
palitos de cangrejo; si no hay para foie, será
paté de lata barato. Lo que sea, será, pero
a lo bestia.
Piensa en esto dentro de unos días,
mientras regurgites, rumies y te hundas
en una espiral de reflujos. Encomienda entonces
tu alma al único que podrá, si no
salvarte, sí darte algo de sosiego: el reflejo
luminoso de Ceporro, el otro dios mitológico
señor de las sales de frutas: Eno, el
purificador.

Fuente: Publico

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no seas muy cruel conmigo, jajaja