Corrigeme si me equivoco por Berto Romero 19/01/09

Langostinos en el sobaco

Cuando fui testigo de la anécdota
que os voy a contar hoy faltaba
una semana escasa para
Navidad. Ocurrió en la cola de
un supermercado en Madrid.
Un sujeto de aspecto estándar (que no tenía
mala pinta, vaya) sale del establecimiento
entre los gritos de la cajera y otro caballero
uniformado con aspecto de encargado. ¡Eh,
tú! ¡Sí, tú! ¡Que te hemos visto! ¡Ladrón!
¡Ábrete la chaqueta! El sujeto de aspecto estándar,
prácticamente acorralado junto a la
ristra de los carritos, puesto contra las cuerdas
de la humillación pública, con las miradas
de toda la cola clavadas en él, reacciona.
Abre su chaqueta y muestra dos paquetes
de langostinos congelados, uno bajo cada
axila. Y acto seguido exclama: ¿Qué pasa?
Si esto ya lo traía yo de casa.
Probablemente nos encontramos ante
la peor excusa de la historia. ¿O quizá la
mejor? Es tan inconsistente que hasta parece
cierta. ¿Acaso se cometía una injusticia
contra el único afectado de un terrible
mal casi desconocido por la medicina
y bautizado como “síndrome de recalentamiento
axilar”?
Pudiera ser que su galeno, incapaz de
darle alivio a través de la medicina, sólo
hubiera podido darle remedios para aplacar
su terrible escozor. Y le habría recomendado
aplicar frío en la zona afectada.
¿Cómo lo hago, doctor? Le recomiendo
productos ultra-congelados, guisantes o
similar. Y él, sabiéndose enfermo y evitando
escatimar en gastos por tratarse de su
salud, decidió comprar lo más caro.
Mañana comienza oficialmente la presidencia
de Obama. Si en algún momento
debe dar una excusa le aconsejo la siguiente,
presidente: póngase una caja de langostinos
congelados bajo cada axila, ábrase
la americana (en su caso, la primera americana)
y diga “¿qué pasa? Si esto ya lo
traía yo de casa”.

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no seas muy cruel conmigo, jajaja